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jueves, 31 de enero de 2013

Adicciones muy raras








Kesha tiene 34 años y es adicta a comer papel higiénico, come medio rollo de papel higiénico al día. Lo come en todas partes en la que este, siempre lleva un rollo encima.










Crystal es adicta a ingerir el polvo limpiador con el que limpia su cocina. Sufre esta adicción desde los 12 años. Sufrió abusos de niña, y a raíz de estas experiencias comenzó esta insana costumbre: "Quizás exista una relación entre sentirme sucia por dentro y hacer esto porque necesite limpiarme. Puede que sea algo que estoy  haciendo para destruirme a mi misma y no haber tomado responsabilidades por algo que hizo otra persona".





Tempestt su adicción es comer detergente y jabón. Llega a comer detergente unas siete veces al día, por no mencionar el jabón que ingiere en la ducha. Una de las cosas que más chocan de esta chica, es que sea estudiante de medicina. 











Haley tiene adicción a arrancarse el pelo y comerse el folículo piloso. Lleva arrancándose el pelo desde los seis años, aunque con el añadido de comerse el folículo del mismo. Algunas veces se pasa dos o tres horas al día encerrada en el baño practicando esta manía, lo que la aparta del mundo exterior. Haley sufre tricotilomanía, el hábito de arrancarse los propios pelos o vello del cuerpo.



Adele, su adicción es comer la espuma de los cojines, como la de los sofás. Desde hace 20 años sufre esta obsesión que siempre viene asociada a momentos de ansiedad o estrés. Su primer recuerdo lo tiene cuándo con 10 años, su primo le invitó a comer esta espuma. Ya a comido unos 90 kilos de espuma en su vida, lo que equivale a siete sofás y dos sillas.





Josh su adicción es comer cristales. El chico disfruta cuando al comer copas de cristal, siente el crujido mientras las muerde. En los último cuatro años ha consumido más de 100 copas y 250 bombillas. Por si la ingesta de cristal fuese poco peligrosa, Josh también consume balas, unas 30 de una sentada.


Bianca tiene la adicción de comer cerámica y cenizas. Esta acostumbrada a ingerir polvo y suciedad de cuando era pequeña, pero desde hace cuatro años se dedica a comer estos extraños elementos. Su extraña manía no sólo atenta contra su salud, sino que está influenciando a su hijo de un año, que también quiere comer cenizas como su madre.
Llega a dedicar 150 horas al mes a comer cerámica y le gusta el sabor de la ceniza en su lengua, aunque ella no fuma, por ello recoge las cenizas que su hermana va dejando. La chica relata que la ceniza tiene un sabor freso a a agua de lluvia en su boca, aunque ella no suele beber agua.

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